La discusión (in)finita

Estándar

A continuación les presentamos un manual para detectar a esas personas privilegiadas, poseedoras de la verdad absoluta. O, mejor dicho, aquellos con los que no vale la pena discutir. No importa qué tan buenos sean nuestros argumentos, son discusiones que no vamos a ganar. Y por ganar no me refiero a lograr que todos piensen como nosotros, sino algo tan simple como hacer que la otra persona reflexione y se cuestione un poco más las cosas, o por lo menos, que logre entender nuestro punto de vista, y aceptarlo como un punto válido aunque no esté de acuerdo.

No, todo eso suena demasiado civilizado para la coyuntura actual. Especialmente, si nuestra discusión tiene lugar en alguna red social o plataforma virtual (llámese blog, portal de noticias, columna de opinión, etc.). Y es una realidad que se hace más latente en –pero no se limita a–  temas históricamente polémicos, como el aborto y la unión civil entre homosexuales, y todo lo relacionado a racismo y discriminación.

Vamos a hacer un énfasis especial en la unión civil, ya que es el tema que más se está discutiendo en estos días y sobre el que no hemos escrito antes.

Así que, sin más preámbulos, con ustedes el manual de discusiones donde probablemente lo único que ganemos es un poco de mal humor (o de risa, según el grado de tolerancia de cada uno):

1. Las citas bíblicas:

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La forma más fácil de saber cuándo una discusión no va a llegar a nada es cuando aparecen las (inevitables) citas bíblicas. Pero la cita de por sí no debería anular toda la argumentación, si  va acompañada de una explicación del porqué de la mención y una interpretación personal que refleje el punto que queremos exponer. En ese sentido, no se diferenciaría tanto de la cita a cualquier otro libro/autor/pensador que se suelen emplear en este tipo de discusiones.

Claro, alguien podría decir con razón que no es lo mismo citar a <inserte aquí el nombre de su filósofo favorito> Heidegger o a <intelectual favorito> Chomsky, que citar a Shakespeare o Baudelaire. En otras palabras, no es lo mismo citar  un estudio científico, un tratado filosófico, social o antropológico, que un libro de ficción. Pero aquí también ocurre algo peligroso en lo que no debemos caer. Si alguien está citando la biblia, es porque evidentemente cree en ella, y eso, nos guste o no, debemos respetarlo. Descalificar la Biblia llamándolo “libro de ficción”, es ir en contra de las creencias de esas personas (lo mismo aplica para otros libros sagrados) y eso no es algo recomendable, con mayor razón si se pretende continuar la conversación. Pero una cosa es la fe, y tener la biblia como guía, y otra muy distinta es tomársela al pie de la letra y como la verdad absoluta.

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El problema está cuando el argumento es la cita, sin más. Esto pone en evidencia el fanatismo de nuestro interlocutor, por lo que los argumentos lógicos y la razón no tendrán mucho eco en su modo de pensar. En ese momento, la discusión ha llegado a un punto en el que no vale la pena continuar.

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2. La tautología

Y también la perogrullada. Una argumentación evidentemente redundante, donde lo único que se hace es dar vueltas sobre la misma idea, sin aportar nada nuevo, y con mayor razón cuando la idea original es sumamente vaga o vacía, sencillamente aburre. Podemos hacer el esfuerzo de soltar nuestras mejores armas, pero lo que obtendremos como respuesta serán muchas variantes de lo mismo. A lo mucho un puñado de ideas, en el mejor de los casos, como si se las hubieran aprendido de paporreta. Se ve mucho en algunos políticos que parecen haber leído una especie de manual de cómo y qué responder (¿un ayuda a memoria, tal vez?) y no parecen querer o saber cómo salir de él

Háganlo entre 4 paredes. Háganlo por los niños

Háganlo entre 4 paredes. Háganlo por los niños

A esto hay que agregarle una pequeña variante que solemos conocer comúnmente como:

3. Los borregos

Creo que todos hemos tenido algún tipo de experiencia con estos personajes, especialmente en Twitter, cuando aparecen los famosos trolls. Se produce cuando se suman a la discusión distintas personas repitiendo una y otra vez la misma idea (algunos exactamente con las mismas palabras), y por lo general, ideas de otros, además.

Algunos lo hacen a propósito (los trolls), y otros lo hacen porque no quieren hacer el esfuerzo de pensar una idea por sí mismos. A los primeros, es sabido, no vale la pena responderle. Y yo sugiero que a los segundos tampoco. Sea cual sea el caso, lo que este comportamiento evidencia es que las nuevas ideas no son bienvenidas, así que lo mejor será decir APS (adiós para siempre).

Trolls

Trolls

 

4. Los contradictorios

Con mayor razón, cuando la contradicción se produce en la idea central de su argumentación. Aquí hay muchas variantes. Se puede producir por falta de construcción lógica o por un desconocimiento del significado de algunas palabras. Pero los casos más preocupantes son aquellos que contienen contradicciones éticas o morales. Este tal vez es el punto más constante últimamente, sobre todo desde que los católicos, y cristianos en general, empezaron a pronunciarse públicamente en contra de la Unión Civil.

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Porque, después de todo, se supone que Dios es amor, que la religión (cualquiera) nos ayuda a ser mejores personas y a convivir mejor con el prójimo, y que el amor y respeto por el otro son el pilar central del Cristianismo. Entonces, cuando aparecen comunicados como el de los obispos, o Cipriani en cualquiera de sus formas, no podemos hacer otra cosa que sentirnos confundidos. Y debo repetir una vez más, como lo he hecho en otras ocasiones, que yo soy católico, pero no creo que nadie deba considerar sus propias creencias como universales, ni obligar a otros a comportarse de acuerdo a ellas (y esto, claro está se aplica tanto a cristianos como a los no creyentes, y a los seguidores de cualquier fe o ideología).

Y todo esto nos lleva al siguiente punto:

5. Los dueños de la verdad universal

Los que nos hemos enfrascado en más de una discusión física o virtual, especialmente en los temas ya señalados, hemos desarrollado una capacidad para detectar de manera temprana a estas personas. Para los que no, trataremos de explicar brevemente algunas características que les permitan saber cuándo se han topado con un sabio de aquellos (algunas ya están presentes en los puntos anteriores).

a) Empiezan sus comentarios con frases como “todo el mundo sabe”, “siempre”, o cualquier otro absolutismo;

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b) Cierran sus comentarios con “PUNTO FINAL”, “ESO ES TODO” y cualquiera de sus variantes. Con mayor razón, aquellos que lo hacen en mayúsculas (se aplica también para el punto anterior);

Fuente: Columna de Marco Sifuentes en La República

Fuente: Columna de Marco Sifuentes en La República

c) Dicho sea de paso, LOS QUE ESCRIBEN TODO CON MAYÚSCULAS porque eso lo hace más contundente;

fb27d) Citan a Dios, ya no a la Biblia, de frente a la fuente original. Y utilizan frases como “Dios dijo”, “así lo quiso Dios”, “si Dios hubiera querido que…”, etc. Nadie es más dueño de la verdad absoluta que Dios, así que cómo debatirlo;

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e) Escriben blogs sobre qué formas de argumentar son válidas/respetables y cuáles no

Y probablemente existan más, siéntanse libres de colaborar.

6. Los borradores

Algunos son una evolución de los anteriores. Como conocedores de la verdad, saben qué comentarios son válidos y cuáles merecen perderse en el olvido. Pero otros son simplemente intolerantes (o exagerados). En todo caso, ¿vale la pena seguir gastando tiempo y cansando tus dedos tecleando por gusto si tu comentario va a ser eliminado? Yo creo que esto último es debatible. En el ínterin, mientras nuestro comentario dure en la webosfera, habrá personas que puedan leerlo, compartirlo, copiarlo, debatirlo, ampliarlo, etc.

Creo que una buena medida para saber cuándo insistir y cuándo dar la batalla por perdida (o por ganada si lo piensan bien) podría estar basada en las razones detrás de la eliminación. Si es una persona que elimina todos los comentarios que le dan la contra, APS. Es común que se justifique esta censura diciendo que se eliminarán todos los comentarios ofensivos y los insultos. Eso está bien. Pero cuando solo se aplica a uno de los lados, o cuando vemos que se toman una libertad muy amplia en lo que entienden por “ofensa”, entonces, APS.

Un buen ejemplo fue el que se dio con el ya mencionado comunicado de los Obispos, cuando fue publicado en la página de la Conferencia Episcopal Peruana. Primero aparecieron varios comentarios a favor y en contra. Luego se dio una pequeña “purga”. Había varios comentarios buenos en contra del comunicado que lamentablemente, porque inocentemente pensé que seguirían ahí, no pude rescatar. Pero si conservé el mío, gracias a esa extraña costumbre que tengo de escribir mis textos largos primero en Word. Juzguen ustedes, porque yo no soy dueño de la verdad:

Amigos Obispos, con todo respeto como católico que soy, su comunicado me da pena. No es posible que sigamos considerando los principios de nuestra Iglesia como principios universales que se aplican a creyentes y no creyentes. Todo lo que dice el comunicado podrá ser cierto para los más fieles, pero no se corresponde con la realidad. El ejemplo más claro es que el matrimonio es, como dice el punto 4, una unión perpetua, pero solo como sacramento, pues sabemos muy bien que, legalmente, ningún matrimonio es eterno, y la figura del divorcio está bien establecida y legislada. Pero no quiero darles más malas ideas. Solo faltaría que ahora inicien una campaña para prohibirle el divorcio a todos (lo cual, dicho sea de paso, sería mucho más coherente que prohibirle a los homosexuales casarse). POR FAVOR, dejen de hacernos más difícil a los católicos seguir siéndolo. Algunos estamos acá por la fe y el principio general de amor al prójimo (AMOR AL PRÓJIMO, señores), y no por la doctrina que nos quieren imponer. Dejémonos de hacernos los ciegos ante la realidad, y construyamos una verdadera Iglesia Católica como debería ser: inclusiva con todos. O creen sinceramente que Jesús discriminaría a los homosexuales?? 

A este primer barrido le siguieron algunos comentarios, no tan buenos como los primeros, porque lógicamente eran ya más confrontacionales, como reacción a la censura. Sin embargo algunos comentarios como este sobrevivieron (aún sigue ahí):

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Insistí con un nuevo comentario cuando me di cuenta de que habían borrado el anterior.

Qué pena que hayan borrado los comentarios «incómodos», no todos eran insultos. Esa no es la Iglesia que me enseñaron. A mí me enseñaron que todos éramos bienvenidos, que debíamos apoyar, escuchar y ayudar a nuestros prójimos y que era la reunión de personas la que constituía la verdadera iglesia. Lástima que esos conceptos se dejen de lado a conveniencia. Yo soy católico, heterosexual, y provengo de una familia unida «convencional», pero no comparto nada de esto que están promoviendo. No es tan difícil aceptar que existen diferencias, y nada de eso nos hace menos humanos (ni debería hacernos menos cristianos/católicos). Sé que este mensaje no durará mucho, pero tenía que decirlo

Más tarde, la CEP colocó el siguiente mensaje:

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Obviamente, esto fue acompañado con un nuevo proceso de eliminación de comentarios, que incluía algunos como estos:

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Y, por supuesto, el mío. En este punto entendí que ya no valía la pena seguir. Había dejado mi posición sentada y varias personas la habían leído (lo sé por la cantidad de likes que recibieron, sobre todo el primero). Eso es lo más importante en una argumentación después de todo, dejar establecida nuestra opinión y posición y comprobar que hay personas que concuerdan con ella. Lamentablemente, la mejor parte, es decir, el debate con argumentos bien pensados, nunca llegó, así que definitivamente era momento de dar por concluido el asunto.

7. Los que no se dan cuenta de lo que dicen

Puede ser un caso similar al punto 4, aunque no necesariamente caen en contradicciones. Simplemente, no conocen el significado de las palabras que emplean o no se detienen unos segundos a pensar y estructurar lo que van a decir. Cuando la discusión se vuelve irracional, ya saben qué hacer.

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8. Los intolerantes

Esta es una categoría amplia que podría dividirse, pero mejor los metemos a todos acá. Porque finalmente, ¿qué tienen en común homofóbicos, racistas, sexistas y toda clase de discriminadores, y aquellos que solo se dedican a responder improperios, insultos y demás ofensas? Pues que todos son básicamente lo mismo: intolerantes.

Si el gran argumento que han elaborado es un insulto, o una frase discriminatoria o alguna vulgaridad, definitivamente debemos salir de ahí. No caer en su juego, aunque nos provoque, porque eso es lo que quieren. Lo curioso es que muchas veces utilizarán nuestras respuestas (si caemos en eso) para decir “ya ven, ellos son así, intolerantes, no respetan”. No vale la pena. APS.

Fuente: Diario 16

Fuente: Diario 16

Como una subcategoría podemos incluir acá a los que se limitan a desacreditar a su interlocutor por cualquier condición (educación, profesión, foto de perfil, género, inclinación política, etc.).

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9. Los que usan (erróneamente) argumentos científicos

Esta es la categoría favorita del congresista fujimorista Julio Rosas. Apoyarse en hechos científicos siempre será una opción válida, pero hay que tener cuidado con no meter la pata. Puede ser que lo que creemos que es una verdad científica, no lo sea en realidad. Siempre es bueno informarse bien (de más de una fuente, de preferencia) antes de usar este tipo de argumentos.

Lo otro que puede suceder es que tergiversemos un hecho científico a nuestra conveniencia, para luego dar una conclusión errada o simplemente ridícula (¿no congresista?).

JR 2

Tal vez esta categoría no merezca abandonar la conversación, sería mejor hacerlos entender su error. Pero es muy recurrente que esta vaya acompañada de los puntos 2, 3 o 5, en cuyo caso sí es un buen momento para pasar a otra cosa.

10. ¿?

No es que no se nos ocurra nada. Hemos dejado para el final la más obvia. Cuando leemos el comentario y nuestra reacción es “¿?” es difícil saber cómo proseguir. Me refiero a aquellos argumentos que no dicen nada, o que están tan mal redactados/explicados que es como si no dijeran nada. Podemos preguntar y tratar de hacer que nos ayuden a entender. Pero si después de un par de comentarios seguimos pensando que no nos están diciendo nada, es porque, probablemente, no nos estén diciendo nada. Aun así nos están leyendo y esas mentes frágiles son fáciles de manipular (No, mentira, olviden esto último). Depende de ustedes si quieren seguir, ya que siempre es posible que alguien más se sume a la conversación y aporte algo interesante.

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Esto solo ha sido un esbozo. Probablemente existan más tipos de argumentadores con los que no queremos discutir. Pero como dicen en Twitter, son una buena oportunidad para entrenarnos para una discusión verdaderamente seria e interesante. Y un entretenimiento sano también.

Twt

Pero lo más importante es que no dejemos de debatir ni de defender nuestros puntos de vista. Solo hay que evitar caer en alguna de estas categorías, no vaya a ser que terminemos discutiendo solos.

 

Yapa 1: Los que escriben con una cantidad escalofriante de errores ortográficos. Así no da ganas de leer.

Lr 2 san miguel

Yapa 2: Los que dicen “con todo respeto por si acaso”, o alguna variante, acompañado de un “jijiji” o “jejeje”, cuando le sueltan un “piropo” a alguna mujer. Si tienes que precisar que es con respeto, es porque no está claro y, por lo tanto, sería mejor que no lo dijeras.

 

PD: Mañana, si Dios lo permite (no sarcasm intended), escribiré sobre la Unión Civil. Nos vemos en la Marcha.

 

:)

🙂